sábado, 9 de marzo de 2013

A bote pronto II: Los pasos perdidos, de Alejo Carpentier


     Alejo Carpentier pudo también fijarse en Venezuela porque, como él mismo advierte en una nota al finalizar la novela: "Santa Mónica de los Venados [lugar al que llega el personaje principal] es lo que pudo ser Santa Elena del Uarirén, en los primeros años de su fundación, cuando el modo más fácil de acceder a la incipiente ciudad era una ascensión de siete días, viniéndose del Brasil, por el abra de un tumultuoso torrente". Sin embargo, el lector tiene la sensación de estar viajando a través del libro por toda la América hispana de una vez y no sólo de manera geográfica sino a través del tiempo, retrocediendo hasta la fundación de las primeras ciudades por aquellos "descubridores" del Nuevo Mundo que dejaban sus experiencias recogidas en largas Relaciones y hacían uso de lo que ellos habían aprendido del Imperio Romano para fundar las primeras ciudades: el derecho. Es en este extremo en donde encaja la lectura que de Los pasos perdidos hace el teórico Roberto González Echeverría, en su Mito y archivo. Una teoría de la narrativa latinoamericana. Roberto González cita a Los pasos perdidos como novela paradigmática del "regreso atávico al recinto que guarda sus [de la narrativa latinoamericana] orígenes legales, el archivo, y la acumulación de formas obsoletas del discurso del conocimiento y el poder".

     Esta semana Venezuela se encuentra en boca de todos, Hugo Chávez, el Presidente de la revolución bolivariana, murió luego de un complicado cáncer. La constante repercusión de Venezuela en los medios escritos me hizo sin duda recordar dos obras fundamentales para la narrativa hispanoamericana: Las lanzas coloradas, de Arturo Uslar Pietri y Doña Bárbara, de Rómulo Gallegos, la visión histórica y vanguardista venezolana frente a la reflexión provinciana y realista del choque entre la civilización y la barbarie.


     Tal vez Alejo Carpentier no se prodigó mucho en la elaboración de unas tramas complejas en sus novelas o cuentos, sin embargo, su fuerte es ese lenguaje frondoso, adulador, lleno de intertextualidad, de metáforas, de nuevos sustantivos, transversal muchas veces a los diferentes léxicos de toda América, un lenguaje que nos conduce como un viaje a través de la historia de un personaje en búsqueda, en este caso, no sólo de los instrumentos que sirvan a su Universidad para seguir avanzando en el origen de la música, sino también en su propia esencia, en la relación con lo necesario y lo accesorio, en la mujer que debe estar a nuestro lado, en el futuro de la civilización que precisamente quiere observar en un medio que se parece al origen de la misma. "Y yo pensaba en lo mucho que se exaspera el hombre, cuando sus máquinas dejan de obedecerle", dice el personaje. En este viaje a través del tiempo el espacio juega un papel fundamental, la arquitectura es importante para Carpentier, igual que ha sido capaz de hacernos llegar La Habana a través de las letras, también lo es a la hora de describir esas sencillas ciudades recién fundadas en mitad de la selva, o la arquitectura propia de la naturaleza, llena de marcas. El tiempo se difumina a medida que el personaje se introduce en el terreno de la naturaleza y lo que era una novela contada en forma de diario (en primera persona) se convierte en una serie de anotaciones numeradas en donde no es tan importante el nombre y número del día. Entonces, la forma en que el personaje vive el tiempo se puede resumir en una reflexión del mismo: "No puede ser presente esto que será ayer antes de que el hombre haya podido vivirlo y contemplarlo". Esto da paso a un lenguaje diferente, un lenguaje que merodea al ser y se impregna de mitos y de historia. "Los hombres de las ciudades en que yo había vivido siempre no conocían ya el sentido de esas voces, en efecto, por haber olvidado el lenguaje de quienes saben hablar a los muertos", un lenguaje más acorde a un realismo maravilloso que se desprende no tanto de la apreciación de una realidad objetiva, que también, sino de una realidad apresada por la conciencia del personaje. Sólo por medio de un "viaje a la semilla" podemos reconocer en qué ha derivado nuestra civilización... y es que el personaje pugna por los cuadernos de el Adelantado, compañero de viaje y principal impulsor de la fundación de ciudades, ya que ese papel sirve tanto para nutrir la inspiración musical del personaje como para recoger las actas fundacionales y codificar las leyes que regulan las relaciones públicas y privadas de los seres humanos. Es la representación del choque entre el poder y el arte.

     Al igual que el personaje, debemos salirnos del viaje interior para regresar a la civilización cuyos cambios se producen de una manera vertiginosa, sin que apenas podamos detenernos a reflexionar sobre ellos. En treinta días, Venezuela - ese país que de alguna forma, incluso casual, es centro narrativo de Los pasos perdidos - deberá elegir un nuevo Presidente y, por tanto, legitimar o no la búsqueda que el pueblo emprendió hace ya catorce años. "Encuentro trivial, en cierto modo, como son aparentemente todos los encuentros cuyo verdadero significado sólo se revelará más tarde, en el tejido de sus implicaciones...".

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