sábado, 11 de agosto de 2012

Murmullos

La reseña que expongo a continuación fue escrita para Separata. Revista de pensamiento y ejercicio artístico, nº. 22, Santiago de Querétaro, abril de 2011



MURMULLOS


18 escritores. La novela latinoamericana contemporánea.
Paz Balmaceda (Entrevista)
246 pp.
Barataria, Barcelona, 2010



Habitar Comala puede ser una opción segura para saber qué ocurre hoy con la novela latinoamericana contemporánea, el problema radica en que no todos somos Juan Preciado y, aunque lo fuésemos, sería muy difícil distinguir las voces de los muertos que nos reconducen u ofrecen una explicación sobre nuestro pasado. Lo de los muertos no es sino una vulgar metáfora –seguramente mal elaborada– en torno a una literatura viva que, antes de nacer piensa cómo ha de morir, mejor dicho, cómo ha de encontrar la mejor muerte posible o, mejor aún, piensa si no está muerta ya antes de ser enunciada. “La pregunta principal no es qué debemos decir, sino si realmente podemos decir algo”. Prima el esfuerzo de la preciada entrevistadora, Paz Balmaceda, para bajar a un pueblo en el que cada casa es habitada por una voz; voces por tanto que, desde su singularidad indiscutible, lanzan mensajes hacia el exterior, hacia los espacios comunes, maraña de palabras, reivindicaciones, temas; el hilo se hace madeja, no hay gato que desenvuelva la misma sin que ésta eche a correr por su propia inercia y retorne –la mayor parte de las veces– al hogar íntimo y original del que en muchas ocasiones, nos cabe la duda, no tenía que haber salido. “Creo que es una buena actitud escribir con otras cosas en la cabeza”. Así, gracias a la lectura de 18 escritores. La novela latinoamericana contemporánea, conocemos ecos personales que no nos será difícil habitar de nuevo –Antonio José Ponte, Iván Thays, Lina Meruane, Pola Oloixarac, Sergio Chejfec–, encerrarnos en sus universos abstractos y convertirlos en una caja de resonancia que nos inspire, conspirar en su frontera individual sin saber qué otro criterio de quién sabe qué gobernante sea el que impera en los lugares comunes. “La literatura como un ente abstracto que se reconstruye por medio de universos personales”. En su voz está la aventura de conquistar espacios que seguramente ya estuvieran ocupados, pero no-hay-miedo porque aquí ni siquiera están nombrados; el lenguaje se transforma en herramienta de libertad y libertinaje, les define siempre; desprecian así los horizontes editoriales, aquellos que consignan el valor de lo diferente en pos de los consumos mayoritarios. “El uso que hacemos del lenguaje siempre nos sitúa”. (Me niego a denominarlos Colectivo Fu, aunque así se llamen, es más, borro este subtítulo de la cabecera de la reseña). Son autores que muestran su desapego a grupos, generaciones y movimientos editoriales, son autores que creen en su palabra pese a saber que mienten, autores que se leen antes de ser leídos, que no atienden tanto a una tradición basada en criterios territoriales cuanto a una universalización de la letra entrando en el territorio humano; es como un recreo lleno de guiños intertextuales, de experiencias reconfortantes y aun otras incómodas, de juegos –pero sólo de aquéllos que no disipan la seriedad de los debates importantes. No me extraña que sea “posible hacer un diagnóstico médico y otro literario, pero sólo es conveniente usar uno”. ¿Escuchamos su voz o atendemos a la enfermedad que busca anclar en algún punto nuestro lenguaje?, ¿los ruidos vienen de fuera o los reproducimos en nuestro interior cuando alcanzamos el verdadero sentido del silencio?

Conrado Arranz